El genetista Fernando González Candelas puede incluir en su CV la resolución de un crimen. Fue hace casi quince años. En 2006 él y su colega Andrés Moya determinaron que el anestesista Juan Maeso había contagiado el virus de la hepatitis C a al menos 275 personas, y ayudaron así a cerrar un larguísimo proceso judicial.
Para González Candelas, que desgranó los pormenores técnicos del caso en una publicación científica, fue “probablemente uno de los casos más complejos de aplicación de la teoría evolutiva en una pericia forense”. Maeso fue condenado a casi 2.000 años de prisión.
Sí, la genética evolutiva resuelve crímenes. Y no únicamente. También es la pieza de conocimiento en que se basan cientos de investigadores en todo el mundo para entender ahora, en la actual pandemia, cómo se dispersa por el mundo el coronavirus y cómo está cambiando en el proceso.
La genética evolutiva resuelve crímenes y es la pieza en que se basan cientos de investigadores para entender, en la actual pandemia, cómo se dispersa por el mundo el coronavirus.
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