Como si se tratase de una Nochevieja, anoche los ojos de Wuhan estuvieron clavados en los relojes. Y, por fin, cuando las manecillas marcaron la medianoche y señalaron el comienzo de un nuevo día, la ciudad celebró el 8 de abril como si fuese 25 de enero, el Año Nuevo Lunar que se les escamoteó a sus 11 millones de habitantes. Con un gran espectáculo de luces y de proyecciones en las fachadas de los rascacielos, acompañado del estruendo de las bocinas, la capital de Hubei vibró y lanzó un suspiro de alivio colectivo. No es para menos: 76 días después de su confinamiento para detener la propagación del coronavirus, la ciudad en la que surgió el primer brote es ya libre. Atrás quedan 2.571 víctimas mortales, en torno al 80% de todas las registradas en China.
En gestos muy simbólicos, las Autoridades ordenaron la retirada de las barreras que bloqueaban los accesos a la ciudad en 75 puntos, los peajes volvieron a permitir la circulación de vehículos, y tanto las estaciones de tren como el aeropuerto reabrieron sus puertas. Todos aquellos ciudadanos que puedan demostrar que están libres del SARS-CoV-2, ya sea con el código QR que una aplicación gubernamental genera en el teléfono móvil o con un certificado médico, pueden abandonar ya la ciudad y moverse libremente por el país. «Lo primero que he pensado es que por fin puedo recuperar mi vida», ha dicho un hombre que trabaja de mensajero al diario Global Times. «Si la cuarentena hubiese durado dos semanas más, habría ido a la bancarrota», ha añadido.
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