A las tradicionales dos vías de contagio de un virus respiratorio (directo, de persona a persona a menos de 2 metros de distancia y por contacto de superficie) se formuló la hipótesis de una 3er vía de contagio, basada en la suspensión de aerosoles o micropartículas deshidratadas en el aire, con partículas virales que pueden permanecer en el aire suspendidas por un tiempo variable.
Esto era altamente probable en ambientes con elevado riesgo de infección y poca o nula ventilación, como centros de salud, geriátricos y lugares con hacinamiento de diferente índole, como transporte público sin ventilación, oficinas no ventiladas, bares y restaurantes llenos de gente, iglesias y templos (particularmente en aquellos con coros), gimnasios, etc.
Numerosos trabajos publicados en los meses siguientes dieron como válida la teoría de la transmisión por aerosol, y recomendaban enfáticamente la ventilación de los lugares y espacios. Incluido el documento del lunes 5 de julio, donde la doctora Lidia Morawska del Laboratorio Internacional de Calidad del Aire y Salud de la Universidad de Tecnología de Queensland (EEUU) y 239 reconocidos científicos de 30 países, realizaron la siguiente la petición en un documento que publica en forma online en la revista Clinical Infectious Diseases con un título determinante: “Es hora de abordar la transmisión aérea de COVID-19”.
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