A falta de meses para que las primeras vacunas comiencen a ser una realidad, si todo va bien, y bastante más tiempo para que se administren de forma masiva, muchos ojos están puestos en otras formas de control de la pandemia que nos permitan llevar una vida un poco más próxima a la normalidad. Aumentar la capacidad para detectar los contagios ha sido un reto desde la aparición del covid. El reto pasa por realizar un mayor número de test, más rápidos y más baratos, pero no es nada fácil.
La prueba por excelencia es y seguirá siendo la PCR. Gracias a la secuenciación genética del virus, se ha utilizado desde el principio y es la mejor en cuanto a sensibilidad (capacidad para identificar como positivos a las personas que tienen el virus) y especificidad (capacidad para identificar como negativos a las que no). Sin embargo, las PCR requieren un equipamiento costoso, personal capacitado, reactivos específicos y no menos de cuatro horas de trabajo que a la hora de la verdad pueden convertirse en varios días de espera hasta obtener el resultado.
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