Estuvo todo el confinamiento en la calle repartiendo comida entre los sin techo y ahora regala sus anticuerpos para que otros puedan curarse de la Covid
Antonio Rodríguez recuerda perfectamente el día que se contagió. Fue el pasado ocho de octubre, durante un desayuno de trabajo. Uno de los participantes estaba enfermo y acabaron todos con la Covid. Ironías del destino; después de haber pasado 126 días en la calle repartiendo comida entre los sin techo, sin mascarilla y recibiendo abrazos, Antonio, de 54 años, contrajo el bicho en un entorno supuestamente seguro. Pero a él no parece importarle demasiado.
Mientras se prepara para donar su plasma hiperinmune en el Centro de Transfusión de la Comunidad de Madrid, asegura que “la única alegría que me dio la enfermedad es que sabía que iba a poder donar”. Y es que este madrileño que trabaja en el sector de la Ingeniería es un filántropo convencido, lo lleva en la sangre: “Me puse contento porque el que es donante lo es de corazón, es así. No hay nada más bonito que poder ayudar a alguien a vivir”.
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