En febrero del año pasado, cuando el COVID-19 estaba empezando a expandirse por el mundo, los científicos empezaron a retomar una idea que habían abandonado las grandes farmacéuticas hacía años: crear un medicamento universal contra los coronavirus.
Estos, conocidos por su particular apariencia, pueden causar COVID-19, SARS y resfriado común, entre otras enfermedades. Trabajar en vacunas y tratamientos para las 2 anteriores amenazas, el brote de SARS en 2003 y el de MERS en 2012, se dejó a un lado cuando esos patógenos desaparecieron.
Pero los expertos no piensan que el SARS-CoV-2, el coronavirus responsable del COVID-19, vaya a desaparecer.
La gran farmacéutica Novartis es una de las varias compañías que está trabajando en medicamentos que puedan proteger a la humanidad de mutaciones del COVID-19 y las mutaciones de este que están apareciendo en todos los rincones del mundo, así como de otras dolencias causadas por estos. La Historia muestra que los coronavirus deben ser tomados en serio.
“Esta es la tercera pandemia por coronavirus en los últimos 2 años. Es probable que si hay una cuarta, también sea por un virus de este tipo. Si hay una quinta, también”, explica John Tallarico, el responsable de biología química y terapias en el Instituto Novartis para la Investigación Biomédica en Cambridge, Massachusetts.
El mayor impedimento para un medicamento general contra los coronavirus es encontrar la característica que tienen en común
La mayor parte de los esfuerzos para encontrar una solución a los coronavirus están aún enfocadas en el SARS-CoV-2 y las variantes que han ido surgiendo. Predecir cómo va a cambiar y mutar un virus y examinar cómo estas nuevas versiones infectan a la gente puede llevar años, explica Igor Splawski, el director científico del desarrollador de vacunas CureVac.
Los tratamientos y las vacunas protegen el cuerpo humano contra los virus de distintas maneras. Los medicamentos, normalmente denominados antivirales, desactivan los componentes del interior de un virus para que deje de reproducirse e infectar células sanas. Las vacunas, por el contrario, trabajan entrenando el cuerpo a combatir estos patógenos. Suelen funcionar dando al sistema inmune una pequeña cantidad de información del virus con la que pueda familiarizarse, como dar a un perro una prenda de ropa con el olor de una persona.
Para hacer una vacuna universal contra los coronavirus, los fabricantes necesitan encontrar la forma de entrenar nuestros cuerpos para reconocer todos los tipos. Para hacerlo, tienen que identificar cuál es el elemento común de todos ellos, el que nunca cambia. El SARS y el SARS-CoV-2 son bastante parecidos, pero el MERS es más diferente, explica en declaraciones a Business Insider el CEO de Gritstone Oncology, Andrew Allen.
Actualmente, las vacunas contra el COVID-19 entrenan el cuerpo para reconocer las proteínas de espiga que tiene este en su superficie.
Pero los expertos creen que las características comunes de los coronavirus están a una mayor profundidad, más allá de esas proteínas. La ciencia tradicional de las vacunas ha fallado a la hora de penetrar hasta ese nivel, pero nuevas tecnologías como la del ARN mensajero y la de los vectores de adenovirus podrían permitir a los fabricantes aprovecharse un poco más.
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